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Elicura el valle donde habla la tierra

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La oferta turística de Cañete y Contulmo pareciera esconder aún más a Elicura, un valle conformado por cinco comunidades Mapuche Lafkenche que han sabido encontrar un espacio para promover el desarrollo sustentable de su territorio. Cultura, historia, prácticas, lenguaje y comunión con la naturaleza le dan vida a diversos servicios comunitarios que denominan “turismo indígena”.

“Hay que saber mapudungun para entender la naturaleza, pues éste hace hablar la vida, a la tierra, el bosque nativo, los ríos, los pájaros y el agua. Y eso es difícil de encontrar en otro idioma donde existen palabras y conceptos que no tienen traducción literal, ya que su contenido es más profundo”, nos explicó Manuel Maribur Cheuquelao, presidente del Centro Cultural Rayén Huequeche, del Valle Elicura, en la comuna de Contulmo.
Es amable aun cuando sonríe poco. Orgulloso y convencido, está consciente de que el territorio que habita es frágil y que requiere de la atención de los integrantes de las cinco comunidades Mapuche Lafkenche que habitan en el valle para conservarlo y buscar alternativas de desarrollo no sólo sustentables, sino también coherentes y consistentes.
Hace 20 años comenzaron recibiendo gente interesada en su cultura, invitándolos a reconocer y compartir actividades cotidianas con las familias Mapuche. Así, y en compañía de distintas organizaciones públicas y privadas, fueron ampliando su oferta en el contexto del denominado “turismo comunitario” que hoy es implementado por diversos pueblos originarios como el Aymara, Licanaltay (Atacameños) y los Mapuche, surgiendo entonces la idea de avanzar hacia un nuevo concepto que simplemente denominan “turismo indígena” y al que se incorporarán nuevas organizaciones Diaguita y Quechua, del norte de nuestro país.
Manuel Maribur comentó que no existía esta forma de desarrollo de turismo, “entonces encontramos una alternativa distinta a lo convencional, al sol,  playa y mucha gente. Creemos que el turismo indígena sirve para posicionarse y demostrar cómo queremos desarrollarnos, y eso es desde la gente, con una visión real de cómo queremos participar y utilizar esta herramienta que nos permite poner en valor nuestro patrimonio natural y cultural, nuestra forma de vida, que es la que tenían nuestros ancestros y que pretendemos mantener en el tiempo”.

La oferta
 
El Valle de Elicura se encuentra ubicado entre las comunas de Cañete y Contulmo, en la Provincia de Arauco, Región del Biobío. Dentro de su oferta turística ya han logrado establecer un sello diferenciador, como es el alojamiento en Ruka, la vivienda tradicional del pueblo Mapuche y la alternativa de utilizar también las pichiruka, o casas pequeñas, donde encontramos el fogón característico y de múltiples usos y propósitos con sus camas de cueros y junquillos para garantizar un buen descanso “de cuerpo y mente”.
Como alternativa, también se encuentran disponibles cabañas completamente equipadas para cuatro personas y diversos puestos de venta de productos típicos, como artesanía, tejidos, joyería, mermeladas y otros alimentos propios de la cultura Lafkenche que son recolectados por los mismos integrantes de las cinco comunidades de los tres sectores que componen el valle: Calebú, Elicura y San Ernesto.
También encontramos espacios para compartir desayuno, o para conocer y disfrutar de los especiales sonidos del trompe y el kultrún. Algo muy valorado son las charlas de la cosmovisión Mapuche y jugar al palín, así como participar de talleres de telar y de la siembra o recolección de huerta o de árboles frutales.
 
La naturaleza decide
 
“Nosotros nos preocupamos del lugar donde están y qué comen nuestros animales. De esto depende las espinas o la tierra que traiga la lana, para que venga más limpia. De los animales bien cuidados depende la calidad de la lana”, nos indicó Rosa Cheuquelao Valtil, quien se ha incorporado recientemente al arte de las tinturas y tejidos, y ha recogido la experiencia y conocimientos que los integrantes de la comunidad le han traspasado.
En noviembre comenzó la época de esquila de ovejas, para luego proceder al lavado de lana en el río o en recipientes especiales para finalmente tenderla al aire libre y esperar su secado. Así, en una labor que requiere atención y cuidados, corresponde almacenarla para luego pasar al escarmenado y finalmente al hilado. “Recién ahí veremos si saldrá más fino,  grueso o torcido. El trabajo que resulte dependerá de todo el proceso anterior y de nuestra dedicación. Recién ahí viene la etapa del teñido”.
Rosa nos comenta que el cerro ha cambiado mucho con la presencia de actividades de monocultivo forestal y la introducción de la zarza. “Aún quedan algunas hojas, frutos, flores, barbas y hierbas para utilizar, y es en ese proceso donde he tenido que ir aprendiendo porque ya no dan los colores. Me he dado cuenta que es la naturaleza la que decide si tiño o no en un color determinado; aunque lo haga con la misma planta y en la misma época, al año siguiente no resultan igual”.
 
Conocimiento de la gente antigua
 

Deshidratado y envasado de hierbas medicinales es otra de las labores propias de la cultura Mapuche que se rescatan en el Valle de Elicura, adaptándose a la presentación de sus productos que hoy se les exige. Iris Fica Gajardo cultiva hierbas en huerto para conservarlas, pues, como nos explicó Rosa Cheuquelao, han ido desapareciendo y otras se encuentran en peligro, por lo que decidieron trabajar para disponer de ellas de manera sustentable.
“Nos ayuda mucho vivir en comunidad. Nosotros no lo vemos como algo de beneficio económico, sino de colaboración para rescatar lo que teníamos en el valle y mirar hacia el futuro, incorporando el conocimiento de la gente antigua”.
Están conscientes que continuar utilizando el oreganillo, la salvia, el quintral de maqui, peumo, borraja o manzanilla depende de la conservación del frágil ecosistema en que habitan, “sobre todo con un recurso tan sensible como el agua. Antes los canales pasaban por afuera de las casas y hoy debemos buscar con punteras, porque para la comunidad ya no da abasto en ciertas épocas del año”.
Manuel Maribur, presidente del Centro Cultural Rayén Huequeche, comentó que cuando se decidieron a posicionar el turismo indígena eran sólo 2 o 3 familias, ya que consideraban inviable esta alternativa estando apartados del mar o del lago Lanalhue.
“Han pasado 20 años y vemos que es una alternativa real para el valle, un territorio que posee características propias que han ido variando, pero que mantienen la belleza al estar rodeados de dos cerros, disponer de dos ríos y un lago de fondo. Y la gente se está dando cuenta que debemos detener esa visión de generar solo recursos económicos, pues existen otros aspectos de desarrollo que son invaluables”, añadió.
Y como nos señalaron los habitantes del Valle de Elicura, es cuestión de tiempo, así como las estaciones del año que también deben respetarse ya que les indican los tiempos para realizar ciertas actividades domésticas y productivas. Hay tiempos para observar y esperar, para que la naturaleza se recupere, y otros para actuar y probar, hasta que resulte. La cultura Mapuche es así.

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