Juan Sebastián Montes Porcile
Profesor Boston College, Estados Unidos.
Montañista, miembro del equipo de ataque primera expedición de Chile ascenso Monte Everest 1992.
Los parques nacionales (PN) son muy valorados por los visitantes, aunque poco por nuestra institucionalidad, que los ha menospreciado y relegado a una insignificante repartición del Estado que no tiene los recursos ni el foco para gestionar este patrimonio medioambiental.
¿Qué se necesitaría entonces para tener un servicio de parques nacionales a la altura del Sigo XXI? Van aquí algunas ideas:
Lo obvio: un cuerpo en forma. El pecado original de Conaf fue partir como un engendro público-privado, donde además tenía lo peor de lo público (burocracia, falta de recursos, ser parte de otro ministerio y de una división cuyo foco fue siempre más el tema forestal que el cuidado y desarrollo de parques nacionales) y ningún beneficio de lo privado. Este servicio debiera ser autónomo, público, de gestión descentralizada dentro del Estado, con un equipo profesional a cargo de su dirección y un presupuesto propio.
Lo no tan obvio: poder. Un nuevo servicio de parques nacionales debe tener un propósito claro (conservación) y la capacidad de ejercer el poder necesario para cumplir sus objetivos. Debiera poder definir propósitos y estándares transparentes para cada parque, con una zonificación de acuerdo al uso esperado para cada área, en un continuo que va desde la preservación completa, hasta zonas de alto impacto (caminos, centros de visitantes, hoteles).
Esta zonificación debe fundarse en principios y métricas de protección de la biodiversidad y de estudios de carga que respalden la sustentabilidad de los recursos, e ir ajustándose en el tiempo. Hoy, esto no existe.
También se necesita “enforcement” para velar por el comportamiento adecuado de cualquier visitante o usuario. No puede ser que los guardaparques tengan que ir a buscar a Carabineros cada vez que ocurre algo inadecuado dentro del parque. Debe dárseles poder para velar por la seguridad y buen funcionamiento del área protegida, la posibilidad de cursar multas o incluso de detener a una persona para ser pasada a la autoridad con la denuncia correspondiente. Esto existe desde hace más de 100 años en Estados Unidos, pero en Chile no se ha considerado.
Lo realmente novedoso: ciencia, turismo y sustentabilidad. En pleno siglo XXI debemos mirar nuestros parques nacionales como las reservas de biodiversidad del país, de historia, de paisajes y climas muchas veces únicos en el mundo.
Es por eso que debemos conservar, cuidar y desarrollar estos sitios de la mano de la investigación, pero hoy no tienen foco ni recursos para jugar un rol clave en la ciencia, la educación o incluso el turismo.
Tenemos museos esparcidos por todo el país y en ellos rara vez se hace referencia a un parque nacional. En los libros de educación no se estudian como parte del currículo. Las universidades rara vez tienen convenios o proyectos permanentes con quienes los administran.
El turismo hace uso intensivo de los parques nacionales, pero no existe una política de hoteles, centros de visitantes, áreas concesionables, difusión internacional, política de transporte, atracción de turismo científico.
Todo este potencial debiera existir, pero mientras no haya una institución autónoma, con recursos y poder, destinada a la preservación y desarrollo de los parques nacionales y áreas protegidas en Chile, todo esto seguirá siendo parte de las excusas de por qué no somos un país desarrollado en materia medioambiental.