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La crisis de los polinizadores que amenaza la agricultura y la alimentación

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Investigadores coinciden en que es urgente modernizar la legislación y ubicarnos en el sitial de los países desarrollados, que han comprendido y ejecutado políticas públicas acordes para conservar la biodiversidad, que por ejemplo, se ve amenazada por el uso de pesticidas neonicotinoides.
Otros actores apuntan a la falta de voluntad política, aludiendo que la iniciativa que se tramita en el Congreso, sin urgencia, “cumple muy bien con los intereses de los fabricantes de plaguicidas, como Bayer/Monsanto y Syngenta”.

Durante los últimos años los polinizadores han sido objeto de debates, motivo de nuevas investigaciones, protestas y solicitudes de entidades ecologistas, que claman al Estado que de forma urgente promueva una ley que regule la apicultura y proteja a las abejas en nuestro país, siendo uno de los objetivos prioritarios, terminar con el uso de pesticidas neonicotinoides en la industria frutícola, que paradójicamente, contrata cada año servicios de polinización.
Luis Bocaz Monroy, doctor del Centro de Investigaciones Aplicadas de la Universidad Técnica Federico Santa María de Valparaíso, (Utfsm), precisó que los neonicotinoides aparecen para reemplazar a los organoclorados y organofosforados que también tenían impacto en la fauna. Su eficacia es lo que ha evitado la desaparición de las abejas y en palabras de un asesor agrícola chileno “son muy buenos como para no recomendarlos”.
Añadió que en un documento emitido por la misma universidad que le correspondió liderar denominado “Desaparición de las abejas y los residuos de plaguicidas en miel”, se pudo identificar al menos cuatro neonicotinoides, lo que confirmó que las abejas estuvieron expuestas a estos compuestos.
“El estudio determinó que el porcentaje de larvas con apoptosis (muerte celular) producto de la exposición a plaguicidas en concentraciones no letales osciló entre 30% para Fluvalinato, 75% para Simazina y para Glifosato 69%. Es decir, los neonicotinoides disminuyen la población de las obreras y los residuos que llegan a la colmena disminuyen la población de larvas, limitando con ello la recuperación de la colmena”, precisó Bocaz.
 

 
Evidencia científica
 
En la misma línea, el doctor Cristian Villagra Gil, profesor asociado del Instituto de Entomología de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (Umce), manifestó que considerando la abundante evidencia científica respecto a sus efectos negativos en el metabolismo y sistema nervioso de abejas nativas y de la miel, es una práctica que no debería seguir realizándose.
“Primero, por sus probados efectos dañinos sobre polinizadores nativos y domésticos y segundo, pero no menos importante, por los efectos desconocidos sobre el  resto de la fauna que habita dentro o cerca de los cultivos donde se están aplicando”, indicó el también pos doctor del Departamento de Neurobiología y Conducta de Cornell University, Estados Unidos.
María Elena Rozas, coordinadora nacional de la Red de Acción en Plaguicidas de Chile (RAP-Chile), aseveró que el problema de los efectos dañinos de los neonicotinoides en la salud de las abejas es conocido en Chile y en todo el mundo.
“Sin embargo, ha faltado voluntad política de las autoridades para proteger a las abejas y a la actividad apícola. Se han realizado cientos de estudios que confirman los impactos negativos de los neonicotinoides en las abejas y polinizadores. Cuando en la primavera de 2012 en la Unión Europea se hizo pública nueva información científica sobre los efectos subletales de los pesticidas en las abejas, de inmediato las autoridades aplicaron el principio de precaución y decretaron la moratoria a estos agroquímicos”, aseguró.
Rozas agregó que la autoridad del viejo continente identificó riesgos elevados derivados de la exposición de las abejas a los neonicotinoides imidacloprid y clotianidina, que son fabricados por Bayer, y a tiametoxam, creado por la compañía Syngenta.
 
Enfermedades
Luis Bocaz explicó que el mayor problema de las abejas está en la aparición de ácaros, siendo entre ellos la varroa el mayor exponente; “ahora bien, la salud de la colmena es responsabilidad del apicultor, que a través de buenas prácticas puede reducir el riesgo. Está demostrado que con una capacitación adecuada y con una mejora en la gestión sanitaria es posible evitar la disminución de la población de abejas, al menos en el ámbito de la producción apícola”.
Cristián Villagra, en tanto, coincidió que el principal problema de esta actividad es la varroasis, causada por el ácaro Varroa destructor. “Otras enfermedades que podrían afectar a las colonias de abejas son la nosemosis, la acariosis traqueal, entre otras”.
Este insecto difícilmente se extinguirá, agregó. Sin embargo, tiene una gran relevancia para la mantención de la agricultura familiar campesina y es el sustento de muchas comunidades en nuestro país, al tiempo que la industria genera millones de dólares a nivel mundial.
“La problemática recae en la falta de información que las personas tienen sobre la importancia no sólo de los insectos polinizadores nativos (abejas, moscas, mariposas), sino que del resto de los invertebrados que habitan zonas nativas y agrícolas”, explicó el investigador de Umce.

Impacto frutícola
 
Si una colmena con una población  media de 18 mil abejas ingresa a un predio a polinizar y en una semana esa población disminuye en un 20%, ¿qué tan eficiente ha sido la polinización y cuál ha sido la pérdida para el fruticultor?, se pregunta Luis Bocaz de la Utfsm.
Las respuestas están condicionadas al cultivo, aseguró, por ejemplo para la producción de manzana se requiere una polinización mínima de 5% de las flores para obtener una producción rentable y se requiere de un mínimo de 6 colmenas por hectárea para ese trabajo, entonces ese predio puede representar una venta de 5,2 millones de pesos por cada hectárea.
“Para el apicultor representa la venta de 360 mil pesos en miel, si se pierde un 20% de las abejas significaría una pérdida de 72 mil pesos para el productor, en cambio para el fruticultor se traduciría en una pérdida de hasta 1, 4 millones, es decir, la práctica del fruticultor pierde 14 veces más que el apicultor”.
Entonces, añadió el doctor de la Utfsm, lo que nosotros propusimos fue un protocolo de uso de insecticidas que considere el periodo de polinización y reduzca el impacto de los insecticidas que las efectan, esto mientras se define la permanencia o eliminación de los neonicotiniodes.
Villagra, de Umce, acuñó que hay que considerar varios aspectos, como el tipo de producción agrícola que se practica, que es básicamente una agricultura convencional intensiva, que no considera el uso de la biodiversidad a su favor para la producción.
“Los plaguicidas no son malos en si mismos, si hacemos un paralelo con la salud humana podría hacerse una equivalencia con los antibióticos, que se sabe que son muy útiles en ciertos casos, pero si se hace un uso indiscriminado los efectos son negativos”.
Lo mismo pasa con los insecticidas, advirtió Villagra, ya que las aplicaciones deben ser puntuales y basadas en la evidencia y conocimiento del campo y del problema (monitoreo). Asimismo, es importante conocer las alternativas menos tóxicas con el ecosistema y ponerlas en práctica y de esta manera es posible coexistir con los polinizadores.
“Se descubrió que es posible reducir el efecto de pesticidas si en las zonas agrícolas promovemos la presencia de especies de plantas nativas que ayudan a las abejas autóctonas a sobrevivir”, puntualizó el doctor en Ciencias con Mención en Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Chile.
Indudablemente, insistió María Elena Rozas, de RAP-Chile, este es un contrasentido alimentado por los fabricantes de plaguicidas y una visión de corto plazo de las empresas frutícolas.
“Ahora, debido a la disminución de abejas por uso intensivo de plaguicidas, una gran parte de los agricultores, sobre todo cuando se trata de monocultivos, deben pagar por un servicio que antes era un regalo de la naturaleza”.
Gran parte de los productores agrícolas convencionales sigue sin reconocer la función de los polinizadores, denunció Rozas, quien precisó que “tienen una postura egoísta y una visión de corto plazo. No respetan los derechos de los apicultores, menos de los agricultores orgánicos y agroecológicos”.
Poco avance, urgente regulación
Bocaz, de la Utfsm, dijo que su impresión del poco avance de la ley que se tramita en el Parlamento está en la baja valoración que se tiene de la apicultura, ya que se percibe como un subsector muy pequeño y no se dimensiona su valor en otros ámbitos como el hortícola, el frutícola y la conservación ambiental. “Si se pudiera dimensionar el valor económico de la polinización en la agricultura quizás ayudaría al avance de la tramitación de la iniciativa”.
Explicó también que la ley requerirá de un reglamento y de la identificación de los fiscalizadores y eso exige recursos que quizá no estén disponibles en el corto plazo, como por ejemplo con la presencia de plaguicidas en las frutas y hortalizas del mercado local, que ha sido imposible contener y que sólo alcanza para efectuar muestreos informativos, entonces se ve difícil el lado práctico de la ley.
Plaguicidas
 
Villagra, de Umce, apuntó que lo primero que se debería regular es el uso de productos en los cuales se haya probado un efecto negativo sobre insectos y otros animales. Segundo, deben existir distancias mínimas para la instalación de cajas con abejas de miel en las proximidades de sitios prioritarios de conservación (no menos de 300 metros), para evitar la competencia entre Apis mellifera y los insectos polinizadores nativos.
En la actualidad, según María Elena Rozas, existe un proyecto o indicación sustitutiva, enviado por el anterior gobierno que desvirtúa los proyectos de ley que se discutieron por tres años y cuyos objetivos eran regular la actividad para proteger las abejas y su hábitat.
“Lamentablemente los proyectos de ley del senador Juan Pablo Letelier y del ex senador, Eugenio Tuma, fueron reemplazados por una indicación sustitutiva, elaborada y enviada por el Ejecutivo, que descartó los objetivos centrales de las mociones anteriores, desmantelando por completo la iniciativa inicial”.
La indicación sustitutiva que actualmente se encuentra en trámite en el Congreso, sin urgencia, “cumple muy bien con los intereses de los fabricantes de plaguicidas, como Bayer/ Monsanto, de Syngenta y de las empresas ligadas a la agro exportación que usan plaguicidas, pero no con las necesidades de los apicultores”, indicó Rozas.
 
La experiencia de Río Puelo en Cochamó
La comuna de Cochamó, en la Región de Los Lagos, es un territorio muy amplio, donde al igual que en zonas aledañas, se producen mieles de muy buena calidad, estableció Silvio Torrijos, de Raymapu Mieles de la Patagonia.
En sus bosques siempreverde, especificó Torrijos, predominan varias especies de árboles melíferos, entre las que destacan el Ulmo, la Tiaca y el Tineo o Tenío, además de otra flora acompañante como el Canelo, Avellano, Luma, Arrayán y praderas de alfalfa chilota y moras, por nombrar algunas de las variedades vegetales donde pecorean las abejas.
“Muchos apicultores están optando por producir mieles mono florales de Tiaca y Ulmo, que son las más abundantes, sin embargo la mayoría produce mieles sin separar las cosechas, entregando un producto multi florales de bosque nativo”.
En Río Puelo hay más de doce pequeños productores, con 450 a 500 colmenas operando, sin contar la importante cantidad de colmenas trashumantes que son trasladadas en la temporada de verano.
La trashumancia, explicó Silvio Torrijos, es una forma de ejercer la apicultura, que consiste en el desplazamiento de las colmenas a través de un territorio, aprovechando la floración a medida que esta se desarrolla.
“Esta modalidad se realiza en muchos lugares del mundo, pero el tema es que en Chile no hay regulación y esta práctica se realiza de norte a sur, aprovechando los tiempos de floración diferidos, especialmente de las plantaciones frutales y de monocultivos como el raps o canola, terminando en las regiones sureñas, para aprovechar especialmente la floración del Ulmo”.
Para los productores de frutas y semillas es muy beneficioso la trashumancia, ya que pagan buenos precios por el servicio de polinización de sus cultivos.
“Sin embargo, para los productores de miel establecidos, es una amenaza cuando llegan estos trashumantes, pues se instalan en cualquier terreno, sin respetar las distancias mínimas que todo apicultor conoce. Esta cercanía genera problemas sanitarios, ya que esas abejas transportan, en muchos casos, parásitos y enfermedades que son transmitidas a sus congéneres, además de venir con una carga de agroquímicos, como los neonicotinoides”.
En cuanto a la carga productiva, Torrijos argumentó que es el número de colmenas que se permite tener en una producción de miel, que equivale a entre 35 y 50 kilos por colmena. “Esos estudios no se han realizado en Chile, son caros y habría que hacer muchos, debido a la variedad geográfica. Por eso, en otros países se aplica una norma general que define un radio de operaciones de 3 a 5 kilómetros”, finalizó.
 
El trascendental viaje
 
Diversos estudios y opiniones de expertos han puesto en valor el rol ambiental de las abejas como polinizadoras y productoras de miel, el único alimento elaborado sin alterar o afectar a otras formas de vida.
En la conservación de las abejas coexisten diversos intereses, ya que  al desaparecer estaría en duda su contribución a generar millones de dólares, principalmente desde el sector agrícola, como alternativa de subsistencia familiar campesina y desde una mirada ambiental y ecológica que ha puesto a este insecto en palabras del propio, Albert Einstein, quien aseguró que una vez desaparecidas las abejas, la raza humana podría sobrevivir solo cuatro años.
 
De acuerdo al estudio de J. Jansonius, Duncan Colin McGregor “Palynology, principles and applications”, se destaca:

  • Una cucharadita de 4 ml de miel, representa el trabajo de toda la vida de 10 a 12 abejas.
  • Para reunir un kilo de miel se requiere de 2 mil 500 abejas.
  • Cada abeja obrera realizará entre 10 y 15 vuelos diarios, recorriendo entre 40 y 100 kilómetros cada jornada, a una velocidad máxima de 25 kilómetros por hora durante al menos 21 días.
  • Cada abeja obrera cosechará el néctar de 560 flores al día.
  • Otros datos e información disponible nos indican que las abejas polinizan más de 25 mil especies de plantas con flores, mientras que una colmena puede llegar a 250 millones de flores.

Lo relevante de esto es que de las 100 especies que abastecen el 90% de los alimentos del mundo, las abejas polinizan más del 70%. Si las abejas desaparecen, lo hará 60% de las frutas y verduras que hoy consumimos.
Misael Cuevas Presidente de la Federación Red Apícola Nacional Embajador turístico de Chile   

“La crísis de los polinizadores es real y fue ratificado por la FAO hace 18 años”

La Federación Red Apícola Nacional se estructura como una organización que tiene una expresión nacional, regional y local, las que en conjunto, dan cuerpo a la institucionalidad de la pequeña apicultura. En la actualidad está conformada por ocho asociaciones gremiales de carácter regional, que a partir del año 1999 inició un proceso de integración de organizaciones locales, logrando agrupar a mil 969 pequeños agricultores, los que en conjunto controlan aproximadamente 170 mil colmenas, con un potencial de 35% de la producción de miel de Chile.

¿Cuál es la magnitud de esta denominada crisis de los polinizadores?
La crisis de los polinizadores es real y dentro de esa categoría están las abejas, la que fue reconocida el año 2000 en una asamblea de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y que se ha agudizado durante la última década. Las cifras se fueron precisando cuando los países que tienen registro de sus procesos productivos comenzaron a detectar el incremento en los niveles de mortalidad, principalmente en Europa y Estados Unidos, que arrojaron índices de entre 8 y 12% de mortalidad al año, mientras que a partir de 2005, la merma subió entre 35 y 40% como promedio, que es altísimo.
¿A qué está asociada esta mortalidad?
Esta alta mortalidad está sin duda asociada a la prestación de servicios de polinización a los procesos productivos, básicamente de frutales, situación que ha generado una crisis en la producción y oferta agrícola de semillas, frutas y verduras, situación que se ha hecho cada vez más visible porque le ha tocado el bolsillo a los grandes productores y ha remecido el producto interno bruto de la agroindustria.
 
¿Cuál es el panorama y la estructura de funcionamiento de la apicultura en el Biobío?
El Biobío fue la región más importante, apetecida y relevante en términos de apicultura en la historia de Chile, producía 46% de la miel en el país, debido a que es una zona de transición vegetacional, donde se genera una relación mesomórfica que pasa de un clima templado, a uno lluvioso, cruce que permite floraciones de dos tipos. Tenemos la precencia del Quillay, Peumo, Natre y emergen el Avellano y el Ulmo, sin contar la gran riqueza en hierbas y malezas.
Este escenario tiene un vuelco gravitante, a partir del cambio del rostro productivo y geográfico de la región, en los años 70, cuando emerge la forestación, el reemplazo del bosque nativo por grandes extensiones de plantaciones de Eucaliptus y Pino, por lo tanto pasamos de 46% de participación en la producción nacional, a menos de 20%, que es nuestro aporte actual al total global. Si bien aún estamos en posiciones de liderazgo, perdimos importancia en el sector.
 
María Paz Díaz Mena: La apisommelier que desnuda los aromas, sabores y texturas de la miel
El objetivo de María Paz, la primera apisommelier del país, es promover y aumentar el consumo de miel en Chile y el mundo, a través de la información y el conocimiento de las distintas variedades existentes, mediante el desarrollo de un análisis sensorial organoléptico; es decir, categorizándolas según sus colores, aromas, sabores y texturas. “Damos gran importancia a la zona de origen y a la flora, destacando los atributos y autenticidad que cada miel tiene, de acuerdo a su gen”, precisó.
 
¿Cuál es el rol que cumple un Apisommelier?
Creemos que la labor del apicultor es primordial en el proceso de producción y debe ser reconocida como un aporte trascendental en el cuidado del medio ambiente.
Por este motivo creamos talleres de cata de miel que permiten al apicultor reconocer los atributos de sus mieles y dar valor agregado a sus productos, reconociendo características sensoriales, generando opciones de consumo múltiples para sus productos e incluyendo el posicionamiento en la alta cocina.
 
¿En qué consiste una cata de miel?
Una cata de miel es un análisis sensorial, que consiste en examinar a través de nuestros sentidos sus distintas características, lo que permite diferenciar y categorizar las mieles. Luego el catador recomienda un maridaje, con distintos tipos de alimentos, como frutos secos, verduras o quesos, para establecer un contraste o una armonía de sabores en el paladar.
Las notas de cata deben ser elaboradas por un apisommelier experto. Sólo de esta forma se asegura la entrega de una información válida y exacta. Los tipos de miel se definen según su análisis gustativo y las variedades se definen según su origen botánico.
 
¿De qué forma conversan con otros actores ligados a la gastronomía y sociedad en general?
Asesoramos además a la industria gastronómica con charlas y actividades en que la miel es la protagonista y enseñamos a los consumidores de toda índole los aspectos más relevantes del sector. Realizamos eventos particulares y participamos como expositores en ferias gastronómicas, de apicultura, costumbristas y culturales, entregando conocimientos fundamentales de la miel a nuestros clientes. Innovamos incluyendo a los niños, enseñándoles acerca del consumo de la miel, por medio de talleres didácticos.
 
¿A tu juicio cuáles son las mejores mieles del país?
Después de haber probado muchísimas mieles en distintos puntos del país, te puedo asegurar que en Chile existe una amplia variedad con características únicas. Pero sin duda, las mejores son las que se producen en zonas libres de pesticidas y donde los apicultores trabajan bajo prácticas amigables con la salud de las abejas.

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